BRASIL. DÉCADAS NEOLIBERALES Y ASCENSIÓN FASCISTA. DOS CARAS DEL MISMO ERROR

Brasil

Brasil vive días aciagos. Bolsonaro se arrastra a los pies del Imperio y ofrece a su país como punta de lanza contra Nuestra América

Yuri Martins Fontes

A finales del siglo XX, la «periferia» del capitalismo vivió dos décadas socioeconómicamente «perdidas», bajo el desorden de las políticas neoliberales impuestas por el «centro» del sistema (Estados Unidos, Europa Occidental).

Especialmente dañino para la realidad latinoamericana, este fenómeno puede resumirse así: una primera etapa en la década de 1980 (iniciada en mitad de los 1970), período de implantación de los terribles «ajustes estructurales» (liberalización arancelaria y apertura al predadorismo externo, precarización de las políticas sociales y de incentivo a la producción nacional, etc); y la etapa de 1990 (de consolidación hegemónica de estas políticas antinacionales, a partir de la fuerza entonces imbatible que Estados Unidos disponía al derrotar a la URSS en la llamada Guerra Fría).

Este proceso, que derriba el mito keynesiano del capitalismo “domesticado» y revive la cara «agresiva» de este sistema, tuvo por disparador la crisis económica de mediados de los años 1960 – crisis que regresa al escenario global tras el sobrecalentamiento capitalista ilusorio de la postguerra.

Crisis capitalista estructural y cíclica

No obstante, esa nueva «crisis capitalista» difiere sustancialmente de otras anteriores. Como la analizan los más profundos pensadores críticos de la contemporaneidad – desde el húngaro István Mészáros, gran marxista del fin de siglo, hasta los heterodoxos «críticos del valor», y pasando por teóricos de la “dependencia” (como Theotonio dos Santos) y por economistas con estudios empíricos, como Eleuterio Prado –, esta nueva «crisis» tiene ahora características «estructurales», al lado de las «cíclicas». Se trata, pues, de un problema no más sólo de orden coyuntural, pero especialmente se relaciona con el funcionamiento «estructural» del sistema (o de su propia «lógica»).

El neoliberalismo surge así como una estrategia política para atenuar los síntomas de esta crisis lógica. Tal proceso reactivo del capital genera, con el tiempo, recurrentes y violentas crisis económicas regionales: «Tequila» en México en 1994; devaluación del Real brasileño, en 1999; la ruptura general de la economía y política argentina a finales de 2000, etc.

Fatiga neoliberal y coqueteo con el fascismo

Con el inicio del nuevo siglo, sin embargo, ganan protagonismo social los movimientos populares de rechazo al neoliberalismo, dado el creciente desgaste junto a la opinión pública de las políticas sanguijuelas dictadas por los «Chicago boys» (escuela ultraliberal que es la del actual ministro de economía del Brasil bolsonazi) e impuestas por organizaciones gestoras del capital (FMI, Banco Mundial).

Así como ocurrió hace cerca de un siglo en el entre-Guerras (con la alianza velada entre capitalistas liberales y capitalistas nazifascistas contra el proyecto socialista soviético recién comenzado en 1917), el capitalismo contemporáneo, en su régimen «línea dura» (neoliberal), que rige desde mediados de los 1970, volvió hace algunas décadas a coquetear con el fascismo. Esto, tanto en las naciones centrales, como en las periféricas.

En los países ricos, esa ideología totalitaria surge como respuesta xenófoba a los movimientos migratorios – de sesgo socioeconómico, lo que es fruto de la miseria que guerras y políticas depredadoras imperialistas sembraron.

Ya entre los países pobres, sin embargo, esta tendencia social fascistizante ha sido una reacción motivada por sistemáticas derrotas electorales de las clases dominantes, sufridas en el embate con proyectos reformistas – lo que consiste en una forma desesperada de las élites de contraponerse a las reformas sociales (mínimas) promovidas por gobiernos de centroizquierda, manteniendo a la fuerza sus niveles de ganancia.

Estos varios gobiernos progresistas, que dominan la escena en América Latina del nuevo siglo, no llegaron a construir efectivamente experiencias «socialistas», pero fueron nítidamente más racionales, más «humanizantes», que la anterior agresión neoliberal.

Por lo tanto, estos gobiernos se volvieron mucho más populares que los conservadores, a los cuales sucedieron.

El golpe que nunca acaba: esa infectada herida brasileña

En el caso brasileño, hace más de una década (precisamente desde 2004, con la puesta en escena del espectáculo intitulado por la prensa fisiológica de «mensalão»), la práctica de las élites internas viene siendo intentar reimplantar a fórceps el proyecto neoliberal – ya decadente desde el inicio de la era tucana (gobierno Fernando H. Cardoso), hace 25 años.

Con eso, la cara totalitaria de ese antiproyecto de nación se queda cada día más expuesta. Es lo que se ve en la alianza entre los sectores más arcaicos del país: los medios corporativos hegemónicos (comandados por las “seis familias»); el judicial medievo (explícitamente privilegiado y corrompido – véase el absurdo caso de la “fundación” multimillonaria de los jueces golpistas Moro y Dallagnol); el parlamento mayormente “BBB” (“Buey-biblia-bala”), que dispensa presentaciones en cuanto a su bajo nivel; y el ala hoy predominante de los militares reaccionarios, de sesgo antinacional (entreguistas, defensores de la tortura de su pueblo), que a partir de lectura subalterna de la cuestión de la «dependencia, dominan a nuestras Fuerzas Armadas (que otrora tuvo nombres dignos como Luís Carlos Prestes, vale recordar). Estos militares, ligados a la “alta crápula” de la élite civil, fueron los que en los años 1960 impusieron la actual estructura rígida (social, política, jurídica), que aún obstruye nuestro proyecto de nación, modelo autoritario que nunca logramos ni mínimamente superar.

Es este escenario que vivimos hasta ahora en Brasil, como observa el filósofo de la USP Paulo Arantes: un “golpe de nuevo tipo”, es decir, un golpismo (aún) sin armas, que se inserta como parte integrante del golpe militar de 1964; un golpe que nunca ha terminado, pero que entre transformismos de fachada aún «viene siendo».

Cuando el discurso democrático ya no sirve al capital

Como bien saben aquellos que cuestionan la historia, atentos a las relaciones íntimas entre hechos aparentemente diversos – aquellos que no se prenden al berenjenal de detalles secundarios con que la ideología de arriba intenta desviar la mirada incauta, y buscan así comprender el «todo» del problema: el espectáculo antidemocrático brasileño, que degeneró en la reciente elección de una marioneta fascista (utilizado como gestor de la reacción neoliberal), se dio porque las decaídas élites sabían no tener ninguna posibilidad de victoria política a través del mecanismo electoral «legal» que ellas mismas instituyeron (y que ha funcionado tan bien hasta el final del siglo).

Cuando la democracia no les fue más favorable, las subalternas clases dominantes de Brasil dejaron atrás cualquierapariencia democrática, con el propósito de obtener algún apoyo popular para concretar su golpe de Estado de 2016 (por fin victorioso).

Fue así que la alta burguesía interna brasileña, bailando alegre al lado de una intelectualmente vacía clase media – vestida con la simbólica camiseta de una Confederación Brasileña de Fútbol hundida en corrupción, y que fuera convocada a las calles por el sistema mediático Globo-Estado-Folha en un día “mágico” que tuvo incluso transporte público gratuito en San Pablo, centro del poder nacional gobernado por el neoliberal PSDB –, hizo la vista gorda al degenerado proceso que obviamente se profundizaba, propiciando que nuestra herida nacional autoritaria, aún abierta, se infectara. (Continuará)

Yuri Martins Fontes, filósofo e historiador brasileño, es ensayista, educador popular y coordinador del Núcleo Práxis de la Universidad de San Pablo.https://www.alainet.org/es/articulo/198835